De visita en la ciudad de San Francisco, CA., pasamos a conocer The Grace Cathedral, justo al entrar, nos encontramos con una figura que nos llamó mucho la atención. Al regresar a La Paz, le comunicamos al Maestro Gustavo Toro y nos contestó que ya había conocido esa figura en la Catedral de Chartres, en Francia y nos sugirió ir construyéndolo en el ashram de La Paz. Esta conversación fue en septiembre del 2012, después iniciamos un proceso de reflexión para tener claro lo que significaba hacer esta obra tomando en cuenta muchos factores.
El 21 de marzo del año 2013, colocamos la varilla que sería el centro del laberinto a construir en el ashram de La Paz. Todo ese año maduramos la idea, después de varias opciones que estuvimos analizando, hasta que a mediados del año 2014, nos decidimos a limpiar el área seleccionada para construir el laberinto.
En el mes de septiembre del 2014 tuvimos un ciclón, que nos retraso, además de que durante el verano llovió varias veces y no podíamos avanzar; fue un año de mucha lluvia para esta zona en que llueve poco. A inicios de octubre, se comenzó de nuevo la limpieza general del área y del ashram, una vez pasadas las lluvias y repuestos de los efectos del huracán.
Un amigo ingeniero civil, nos hizo el proyecto de la obra a construir y los cálculos matemáticos, para poder hacer una réplica del laberinto de Chartres, tanto en su esquema como en sus dimensiones.
Durante octubre, después de la limpieza del terreno se inició la construcción del laberinto, se trazó y posteriormente el sábado 15 de noviembre del 2104 a mediodía, el MHSCh Gustavo Toro, tuvo a bien inaugurar el laberinto de La Paz, también nos acompaño el MRev. Rocío de Toro.
El Maestro dirigió una palabras a los asistentes, en seguida se hizo un recorrido del laberinto por todos los presentes, después hubo un intercambio de experiencias entre la concurrencia y el Maestro Gustavo y finalmente se firmó el libro por las 39 personas que participaron en el evento.
El laberinto tiene 13 metros de diámetro, similar al de Chartres y su trazo es el mismo.
Texto tomado del libro: Sexo, Amor y Trascendencia, del VSA José Marcelli. Solar Editores 1977. Páginas 89 a 93.
El amor es como un laberinto
–comenzó a explicarme el hombre-, uno encuentra muchas posibilidades, pero los
caminos terminan en un callejón sin salida y tienes que volver a comenzar
ensayando otro camino.
- Sin embargo –argüí yo-, todos
los laberintos tienen un centro.
- Si el centro está en uno mismo.
Las mujeres son como los caminos que ofrece el laberinto. Uno sigue buscando
porque intuye que esos caminos deben de conducir a algo, pero ese algo esta en
uno mismo. Las mujeres son más conscientes de eso, pero saben que alguien tiene
que recorrer el camino para trazar la ruta que les permita encontrarse a sí
mismas. Pienso que por eso tratan de ser atractivas, seductoras, y se
decepcionan cuando alguien abandona el intento de llegar a su centro. Pero cuando
alguien les permite experimentarse a sí mismas, se revierten hacia él con
entusiasmo y lo halagan.
Y dentro de ese laberinto, ¿qué
papel cumplen los hijos?
- Son señales que jalonan el
camino de la búsqueda, reproducen el esquema del laberinto y reiteran la
búsqueda no concluida.
¿Cuál sería la mejor manera de
culminar la búsqueda?
- Tal vez usando el hilo de
Ariadna, la intuición femenina. Ella no nos enseña el camino, pero por lo menos
evita que nos perdamos. Permite que siempre podamos regresar al punto de
partida para intentarlo de otro modo en el mismo lugar, no en otro.
¿Sugiere usted la monogamia?
- Tengo que aceptarlo así para
ser congruente con mis esquemas a fuerza de intentarlo en un solo laberinto se
puede uno familiarizar con algunos vericuetos y aprovecharlos para avanzar en
la búsqueda del objetivo.
¿Significa eso que es necesario
afrontar el reto del laberinto para encontrar ese camino que está en uno mismo?
¿No sería más simple buscarse a sí mismo sin necesidad de laberintos?
- Tal vez, pero ¿dónde se
comenzaría la búsqueda? Tal vez uno haría algo parecido a lo que hace un perro
cuando trata de morderse la cola. Solamente consigue dar vueltas sobre sí
mismo. El laberinto es un reto, es una posibilidad tangible.
¿Por qué tiene que ser complicado?
Podría haber una vía única, directa o complicada, pero siempre conectada
directamente con el camino con el objetivo.
- Es asunto de conciencia. La
conciencia, usted lo ha repetido, no se hace inconscientemente, la novedad, el
descubrimiento, son alicientes.
¿Y esos alicientes, esas
novedades, no hacen más atractivos a los otros laberintos a intentar la
búsqueda de sí mismo en otros lugares?
- Es un hecho que puede
convertirse en trampa. No es cambiando bicicleta que se gana la carrera, sino
aprendiendo a montar bien en la propia bicicleta, en la que conocemos, en la
que llegamos a sentir que es una extensión de nuestro cuerpo, sin olvidar lo
del hilo de Ariadna, la ayuda que nos puede prestar la mujer por su propia conveniencia, para que no abandonemos
la búsqueda. Tal vez otro laberinto nos ofrezca callejones más atractivos, pero
seguirán siendo callejones y el tiempo que dediquemos a explorarlos paso a paso
es el tiempo que podríamos aprovechar para avanzar en los callejones más
conocidos.
- Pongamos el caso del Tantra.
Para un occidental puede ser una posibilidad diferente, estimulante.
- Y tal vez incomprensible a
medida que se adentra uno en él, pues exige el abandono, la negación de sí
mismo, la fusión en el Océano de la infinita Dicha y Existencia, en el
Sat-Chit- Amanda o algo parecido, y eso, para un occidental, no es nada fácil y
puede ser hasta contradictorio, de acuerdo con sus propósitos. Además, es fácil
practicar el Tantra y abandonarse al kama, como le llaman los hindúes al placer.
Recuerde que en la India, donde se ha practicado el Tantra desde hace mucho
tiempo, han proliferado los Kamasútras, los
Sútras del Placer, y el resultado ha sido una sobrepoblación incontenible que
ha condenado a la indigencia total a millones de Seres humanos. Algo parecido
sucedió con el Tao del Amor en China.
¿Sería posible una mezcla
equilibrada entre ese abandono total y un poco del pragmatismo moral de la
cultura judeocristiana que a veces parece un poco asfixiante?
- Eso sí podría ser sensato, por
lo menos. Hay que renovarse o morir. Hay que ensanchar los límites sin
romperlos: un poco de Oriente en Occidente y un poco de Occidente en el
Oriente, como dijo el Maestre de la Ferriére.
Volviendo a lo del laberinto,
¿considera usted que eso tenga sentido para la mentalidad oriental?
- Desde luego que sí. Observe los
mandalas hindúes y tibetanos y podrá darse cuenta de que están señalando el
mismo centro que señalan los laberintos, solamente que los mandalas parecen más
ordenados, pero en la práctica son muy subjetivos para nuestra mentalidad. Se
han probado terapias artísticas en algunos hospitales psiquiátricos y los
pacientes se han dedicado a dibujar y a modelar verdaderos mandalas y
laberintos que solamente sirvieron para que los investigadores reafirmaran la
necesidad de sí, de self, de centro que tenemos todos los Seres humanos, dentro
de nuestra menor o mayor cordura o locura.
Veamos el asunto desde otro
ángulo. Si los hombres tenemos que afrontar la búsqueda en un laberinto, ¿cómo
consideran las mujeres al hombre que se busca en ellas y que además las
considera como un laberinto?
- Para saber lo que piensa una
mujer, en primer lugar, hay que ser mujer, sin que eso garantice nada, pues las
mujeres tienen su propia forma de pensar y de evaluar las cosas. Desde luego,
llevan una ventaja sobre el hombre, y es que lo conocen mejor a él que nosotros
a ellas nos conocen desde antes que nazcamos y nosotros no acabamos de
conocerlas ni después de muertas. Porque ellas son la síntesis de la
manifestación de todo, son las que representan a la Divina Madre como arquetipo.
Hemos hablado de Ariadna, de la
Araña. ¿No es acaso la que teje la red y de la que se cuentan leyendas y hechos
relacionados con la copulación y la parálisis del macho para que sirva de
alimento a sus hijos cuando nazcan?
- Es la misma. El asunto es
utilizar su hilo sin enredarse en él. Utilizar su intuición, su sabiduría
natural.
Eso significa engañarla.
- No. Significa ayudarla a
cumplir su función trascendental que es la de ser consciente de sí misma;
iluminar su laberinto con el cetro de la luz, como
llaman poéticamente los tantristas al falo masculino, cuidando que sus hilos no
nos enreden y nos paralicen y tengamos que servir de alimento a sus hijos, a
nuevos laberintos que, a su vez, tienen que resolverse a sí mismos.
¿Eso es posible sin alterar las
funciones específicas de la sexualidad, que es la reproducción?
- Digamos que esa es la otra
alternativa, la que la mayoría de los occidentales ignoramos y los orientales,
con todo y conocerla, han caído en su trampa, en la reproducción.
Entonces, ¿Hay que evitar la
reproducción, retener la semilla, el
semen?
- Digamos que hay que seguir el
consejo del doctor de la Ferriére, poniendo un poco del Oriente en el Occidente
y viceversa. La vida es experiencia acumulada en dos grandes versiones, la
masculina y la femenina, la occidental y la oriental. En primer lugar, hay que
entender que necesitamos una educación sexual sin morbos ni tapujos misticoides
y, además, hay que investigar y poner en práctica lo que se sabe por educación
y por experiencia. Una vez seleccionado inteligentemente, con conocimiento de
causa, el laberinto que necesitamos resolver, es decir, una vez seleccionada la
posible pareja, entre los dos participantes, no solamente por uno, hay que
formar una familia bien planificada en la época juvenil, que es la mejor, más
sana y menos peligrosa, especialmente para la mujer. En todo ello se gana
experiencia básica. Luego hay que ahondar esa experiencia y toda la información
posible para utilizar la madurez para la búsqueda trascendental, profundizando
la relación hasta donde sea posible, alargándola, suavizando su ritmo,
acumulando sus energías, transmutándolas, para usarlas en niveles más elevados
de acción hasta dominarlas completamente y usarlas para la experiencia
trascendental. Cierto, algo del Oriente es conveniente, lo mismo que lo de
Occidente. El resultado es la síntesis y la trascendencia. La realización
total, la iluminación mutua, o por lo menos, el enaltecedor intento de lograr
la experiencia de Ser totales sin dejar de ser lo que se es.
El arranque de un automóvil me
sacó de mis reflexiones. El hombre se había marchado. Traté de recordar quién
era y no lo conseguí. Era alguien familiar y sus ideas me parecieron muy
parecidas a las mías. Hasta llegué a creer que yo había estado pensando en voz
alta.
Esta fotografía fue tomado el día 20 de mayo 2015, en el atardecer después de hacer el recorrido del laberinto y meditar. En la siguiente aparecen los caminantes que recorrieron el laberinto de La Paz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario